miércoles, 20 de mayo de 2020

Compañeros de cordada (relato corto)

Queridos lectores, hoy publicamos una nueva entrada, un poquito diferente de nuestro contenido habitual. Se trata de un relato corto, que ha escrito mi amiga Lucía de la Fuente (que por cierto, os invito a conocer su blog de literatura El Baúl de los Remiendos, que merece mucho la pena visitar y  leer algunos de sus relatos y poesías). Ella ha desarrollado y dado forma literaria a una idea que le di, que tiene lugar en el Aneto. La historia y los personajes son ficticios, pero con inspiración en una cordada de montañeros de avanzada edad que conocí en la cima de la Torre de los Horcados Rojos (Picos de Europa).

El relato lo hemos presentado a la VI Convocatoria del Concurso de Desnivel de Relatos Cortos de Montaña. Ahora lo compartimos con todos vosotros esperando que os guste y que disfrutéis de su lectura. 


Compañeros de cordada

    Aún no ha amanecido y las linternas frontales de decenas de montañeros adornan las faldas del imponente Aneto con un hilo de titilantes luces. Es 8 de julio y probablemente más de 100 personas pisarán hoy la cima de esta montaña. Para algunos será su primera vez, pero con experiencia o sin ella, todos tienen ese nerviosismo y la ilusión que siempre acompañan en una ascensión así. Y es que sin duda, el Aneto es el Rey del Pirineo. Es la cima más alta, tiene el glaciar más grande y es el pico que marca un antes y un después para cualquier montañero y amante de los Pirineos.

Aneto y su glaciar desde La Maladeta Oriental

    Aún no ha despertado el día y Fausto, ingeniero de montes ya jubilado y montañero experimentado, apaga el despertador a las 4:30 de la mañana, aunque lo cierto es que llevaba despierto ya más de media hora. Incluso para él, que repite este ascenso todos los años, resulta difícil conciliar el sueño la noche anterior.

    Fausto y Santiago se conocieron durante su servicio militar en Vitoria en 1969.Tras confesarse ese amor en común que ambos sentían por la montaña, en 1972 hicieron su primera ascensión al Aneto juntos como compañeros de cordada, y recordar las condiciones en las que lo hicieron supone, cuanto menos, hacer un auténtico viaje en el tiempo. Durante casi 50 años han compartido mucho más que una cuerda: han sufrido en las alturas y han mirado a la muerte de frente, pero también han saboreado juntos la gloria de hollar grandes cimas.

    Aquel primer ascenso al Aneto se convirtió pronto para ambos en algo más que una tradición que todos los años preparaban juntos para el mes de mayo, dado que la experiencia con esquí de montaña es mucho más gratificante que alcanzar la cima caminando en pleno verano. Pero desde hacía ya 7 años tuvieron que cambiar la fecha de su cita al mes de julio y subir a pie a través de su glaciar y sus eternas pedreras. A Fausto le dolía ver cómo los años se habían cebado con sus rodillas mientras que el Aneto permanecía allí, impasible al paso del tiempo.

    Respira, se prepara y como cada año, da comienzo la larga ascensión desde La Besurta.

    Santiago era muy testarudo. A pesar del fatal diagnóstico del médico, él se empeñó en no faltar a su cita anual por mucho que Fausto insistiera en no subir a la montaña este año.

-          -  Santiago, hay millones de cimas esperándonos con los brazos abiertos. Este año puede ser cualquier otra, no tiene que ser necesariamente el Aneto.- Le proponía Fausto.

-          -  Aunque lo tengas que hacer tú por los dos, el Aneto no puede echarnos de menos.

    Y así, entre recuerdo y recuerdo, le van ganando metros al camino hasta pasar el refugio de La Renclusa.

    Amanece. Fausto apaga la linterna frontal y observa cómo los rayos de sol le han quitado el sitio a la noche y ya iluminan los Picos Malditos. Mira la gran rampa que tienen por delante y hoy por primera vez en su vida le parece eterna. Como si le faltara la mitad de su cordada. Poco a poco van enlazando zetas mientras observa cómo jóvenes montañeros les toman ventaja a un paso mucho más vivo. Con mucho esfuerzo, y empleando mucho más tiempo de lo que en él es habitual, alcanzan el Portillón Superior.

    A lo lejos se vislumbra el imponente y siempre elegante Aneto, pero con su glaciar cada vez más mermado.

-          -Si te hubieran conocido cuando lo hice yo… - Murmura Fausto con tristeza. Sus palabras son inaudibles para los demás. Sólo la montaña es testigo de su lamento.- En fin. Deberíamos seguir.

    Pero Fausto prefiere disfrutar de la visión durante unos instantes más, con la misma ilusión con la que lo hizo hace más de 40 años. Numerosos montañeros les adelantan mientras el viejo espera aún un momento. No quiere dejar de mirarlo mientras una cautelosa lágrima se le escapa de los ojos.

    Sabe que no puede seguir. Es un esfuerzo demasiado grande que hoy por primera vez en su vida no va a poder afrontar. Una máxima de la seguridad en la montaña es que si no se dan las condiciones, es mejor renunciar a la cima y volver en otra ocasión, porque la montaña seguirá estando ahí. Y Fausto lo sabe. Lo que también augura es que quizás sea él quien nunca más pueda volver a subir hasta la cumbre. Disfrutará de otras montañas más modestas, de paseos por los bosques y valles, pero los achaques a sus 77 años probablemente no le dejarán alcanzar la cima del Rey nunca más. En silencio, echa un último vistazo a su querido Aneto y antes de dar media vuelta para emprender su descenso saca una antigua fotografía del bolsillo derecho de su pantalón.

-              - Juntos, como siempre. Pero este año me ha faltado tu mitad, compañero.

    Fausto emprende el camino de vuelta en solitario, como lo hará a partir de ahora todos los años que a él le queden, aunque ya nunca más en su amado Aneto.




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