sábado, 23 de mayo de 2020

Cerro de San Pedro, reencuentro con la montaña tras 70 días confinado

Después de 70 días de confinamiento he tenido la fortuna de poder salir a disfrutar durante unas horas de la montaña y la naturaleza. No he hecho ninguna actividad destacable en cuanto a altura, dificultad o esfuerzo físico. Pero la experiencia ha sido absolutamente maravillosa, y por ello os la quiero contar.

Desde el pasado lunes 18 de mayo los federados en montaña tenemos la gran suerte de poder desplazarnos por toda la provincia para realizar actividad deportiva, aunque estemos en fase 0 y 1.  Eso sí, siempre dentro delas franjas horarias, desde que salimos hasta que volvemos a casa. Medida que agradecemos infinitamente los federados pero que por otro lado me parece súper injusta. Lo único que me diferencia a mí de cualquier otro montañero que no está federado es que yo he pagado la licencia federativa este año. Ello no me hace ser mejor montañero, pero sin embargo sí tengo más derechos...No lo entiendo.

Así que a pesar de la injusticia, decidí hacer uso de mi privilegio de federado. El sábado sí o sí me iba a dar una vuelta rápida por la sierra. Se lo dije a mi padre (también federado), pero dijo: uff, madrugón y luego a las 10 ya hay que estar en Madrid...mejor esperamos a la semana que viene que con el cambio de fase será más sencillo. 

Bueno pues resulta que ya no podía esperar más, llevamos 70 días esperando. Nos pasamos la vida esperando a que sucedan cosas fugaces. Esperamos toda la semana a que llegue el fin de semana, esperamos todo el año que lleguen las vacaciones de verano. Esperar, esperar y venga esperar. Pues yo no podía esperar más, y iba a utilizar este privilegio que tengo como federado. Además, como decía mi abuelo: lo peor que se puede tener en esta vida es PEREZA.

6:00 am
Salgo de casa, me monto en el coche, pongo "la lista de Pablo" en Spotify y la primera canción en sonar es "Voy a pasármelo bien" de Hombres G. El día promete. 

Llego al aparcamiento del Cerro de San Pedro a las 6:40 am. No hay ningún coche. Y medio aparcamiento ha desaparecido, lo ha colonizado la vegetación. Salgo del coche sin mascarilla (la primera vez en 70 días ¡qué estoy al aire libre sin mascarilla!). Sólo la sensación de estar respirando aire limpio y sin mascarilla ya es de libertad, es diferente, es...¡una pasada!


Empiezo a subir por la ruta normal. Ya ha amanecido, pero aún no ha salido el sol. Estoy justo en lo que se conoce en fotografía como "la hora mágica", que es media hora antes y media hora después de la salida y puesta del sol. En ese momento la luz es mágica.


Y yo estoy subiendo una montaña, en soledad absoluta, con una luz mágica viendo como poco a poco el sol gana terreno a la noche. El campo está lleno de flores, son praderas de flores. Unas moradas, otras blancas, otras amarillas. Huele a cantueso y a tomillo. Se escuchan decenas de pájaros, y de insectos. Son todo sensaciones que llevaba mucho tiempo sin sentir. La vegetación se está comiendo los caminos por el nulo tránsito de seres humanos.  A lo lejos veo el embalse de Santillana rebosante de agua. Y al lado La Pedriza, y detrás La Maliciosa, Bola del Mundo, Valdemartín, Cabezas de Hierro, Bailanderos, Asomaté Hoyos, La Najarra, el Mondalindo...¡Lo veo todo! Y me parecen montañas mucho más grandes e imponentes que hace 2 meses. Y me parecen mucho más bonitas. ¡Qué bonita es la Sierra de Guadarrama! Y sólo a 45 min en coche de Madrid. ¡No somos conscientes del tesoro que tenemos lo madrileños!





Y con esos pensamientos en 35 minutos alcanzo la cima del Cerro de San Pedro, totalmente solo. ¡Hoy esta montaña es mía! Al llegar a la cima (7:15 am) el sol ya ha salido. Disparo un montón de fotos, quiero captar este momento para el futuro.  Al poco rato llegan otros 3 montañeros. Charlamos un rato sobre lo afortunados que somos al estar federados. 


Antes de las 10:00 tengo que estar de vuelta en casa, pero aún voy bien de tiempo. Me siento y contemplo el paisaje durante unos minutos más. El sol ya ha levantado sobre el horizonte y después de lo que he visto me sabe a poco. Hasta la siguiente hora mágica (al anochecer) mis vistas no van a mejorar. Así que bajo hacia el coche, medio corriendo. Durante la bajada me cruzo con una docena de personas, otros privilegiados como yo.  



Con una sonrisa de oreja a oreja vuelvo a Madrid y a las 9:00 am estoy entrando en casa, y Paula aún sigue durmiendo. 

Y ahora me pregunto yo: ¿Por qué la gente está tan ansiosa de que abran los bares, las terrazas, las discotecas y los centros comerciales? Insisto, los madrileños no sabemos el tesoro que tenemos con nuestra sierra.

Y hasta aquí la entrada de hoy. ¡Nos vemos pronto, en el monte!





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Viviendo la Montaña

Viviendo la Montaña